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DOMINGO DE RAMOS A PASCUA DE RESURRECCIÓN
“La Semana Santa: son los días más grandes en nuestro camino de fe”, manifestó Mons. René Rebolledo
-En conversación con Arzobispo de La Serena, quisimos conocer el significado de las diversas celebraciones que congrega en especial reflexión a los fieles católicos durante estos días.
Con la celebración del Domingo de Ramos, el pueblo católico comienza a celebrar la Semana Santa, tradicional tiempo de oración y reflexión en que hacemos memoria de los acontecimientos fundamentales en la vida de Jesús. En entrevista con el Arzobispo de La Serena, Mons. René Rebolledo, quisimos conocer aspectos de las celebraciones que tienen lugar durante esta semana.
¿Por qué se le llama Semana Santa a estos días?
Porque al centro de esta semana está Cristo y su misterio de Pasión, Muerte y Resurrección. Son los días en que la Iglesia hace memoria de los acontecimientos fundamentales en la vida de nuestro Señor, por tanto, también en la vida de todos sus discípulos misioneros. ¡Son los días más grandes en nuestro camino de fe!
¿Cuáles son los aspectos fundamentales a tener presente?
Nuestro Señor entregó su vida por nosotros. Él ha muerto y ha resucitado por nuestra salvación. Es de suma importancia, pues, el acompañamiento fiel a Jesucristo, especialmente en estos días. Los sentimientos deben ser, ante todo, de acción de gracias al Padre Eterno por su misterio de amor para con nosotros: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Único, para que quien crea en Él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Luego, la disposición a participar en la comunidad de los actos previstos para celebrar la Semana Santa, preferentemente en familia. Las celebraciones son simplemente maravillosas en su liturgia. Procuremos observar también otros aspectos que nos ayudan a entrar en la profundidad de estos días, una oración más intensa, lectura reposada de la Palabra del Señor, ayuno y abstinencia, un silencio interior y exterior que favorece la vivencia de estos días.
¿Qué recuerda la Iglesia el Domingo de Ramos?
En la celebración del Domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de nuestro Señor en Jerusalén. Él culmina un largo peregrinar en medio de su pueblo, desde el bautismo en el Jordán y las tentaciones en el desierto, hasta este día en que entra a la Ciudad Santa acompañado por los cánticos y vítores de la multitud… “todo el mundo lo sigue” (Jn 12, 19).
Situándonos, en nuestro pensamiento y sentimientos, en las puertas de Jerusalén, podemos contemplar dos actitudes. Por una parte, la muchedumbre eufórica que bate palmas aclamándolo porque Él hizo prodigios, culminados en la resurrección de Lázaro. Es el Mesías que ellos esperaban, que viene a liberar a su pueblo del dominio extranjero y restaurar la gloria del antepasado David. Por otra parte, Jesús humilde y sereno sobre un burro se encamina a cumplir la dolorosa verdad del fin de su misión.
La invitación es que en este domingo celebremos sobre todo al Cordero dispuesto al sacrificio, ofrenda sublime de su vida que significa el fin de nuestra muerte y la petición que Él nos lleve en su compañía a la vida en abundancia.
¿Por qué la gran convocatoria del Miércoles Santo?
El Miércoles Santo anticipamos en la Arquidiócesis, sobre todo por motivos pastorales, el día del sacerdocio ministerial. La celebración de la Eucaristía de este día es la que expresa, en el curso del año, más profundamente la comunión entre el Obispo y sus principales colaboradores que son los sacerdotes, participando también los demás consagrados y la comunidad de los fieles.
Experimentamos, como comunidad presbiteral de La Serena, año a año la fidelidad del Señor para con nosotros. Él es fiel, “el testigo fiel” (Ap, 1, 3), lo llama el autor del Apocalipsis. Por ello, en esta celebración, la comunidad de sacerdotes junto a su Pastor suplica al Señor que nuestra vida y entrega sea fecunda y motivo de esperanza para los fieles; que sea igualmente una comunidad de hermanos sacerdotes buscadores del Señor, fervorosos en la vocación recibida, creativos y audaces, como también entusiasmados y entregados a la evangelización. Sin duda, la cercanía, consejo y acompañamiento de los fieles es una ayuda indispensable para que nosotros podamos vivir la vocación a la que el Señor nos ha llamado.
La Eucaristía de este día se denomina Misa Crismal, dado que se bendicen los óleos y se consagra el Crisma, que serán utilizados en las celebraciones de algunos sacramentos en las parroquias y comunidades.
¿El significado para un católico del Jueves Santo?
Para la comunidad cristiana es un día muy significativo. Es el día en que Cristo instituyó la santa Eucaristía, nos dio igualmente ejemplo de servicio humilde y constituyó a sus apóstoles sacerdotes, mediadores para la celebración de su Palabra y de los Sacramentos.
Agradecemos al Señor el gran don de la Eucaristía y del sacerdocio. Finalizada la santa Eucaristía, permanecemos en oración para estar con Jesús y agradecerle que se ha quedado con nosotros en el pan vivo, como también solicitarle que a cada uno de nosotros nos de la bendición de ser un don para los hermanos.
¿Por qué motivos los feligreses aprecian especialmente el Vía Crucis?
Las razones pueden ser abundantes y variadas. Estimo que la participación extraordinariamente numerosa refleja la motivación fundamental de acompañar a Cristo por el camino que lo lleva a la Cruz. Estoy cierto, igualmente, que no olvidamos a los hermanos que como Cristo sufren y en los cuales hoy Él vive su Pasión y la prolonga hasta el final de los tiempos. Es impresionante contemplar la cantidad de fieles que en todas las comunidades celebran el Vía Crucis. ¡Nos hace bien contemplar cuan grande es el amor del Padre Eterno y de su Hijo Jesús por nosotros!
¿El significado de la Vigilia y el domingo de la Resurrección?
La antífona de entrada a la santa Eucaristía del domingo de Pascua, el domingo más importante en el calendario litúrgico de la Iglesia, es la siguiente: “He resucitado y viviré siempre contigo”. Es el misterio proclamado en la hermosa Vigilia Pascual, el domingo de la Resurrección y en cada domingo del año. En verdad la Iglesia no celebra, sino el misterio de la resurrección del Señor. Es el gran acontecimiento de nuestra fe, la culminación de la voluntad salvífica del Padre. San Pablo lo expresa maravillosamente: “Si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe” (1Cor 15,14). A continuación el mismo apóstol reafirma: “¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos, como primicia de los que duermen el sueño de la muerte” (1Cor 15, 20).
En la presentación que hiciera para el maravilloso Vía Crucis que escribió Mons. Bernardino Piñera, Arzobispo Emérito de La Serena, recuerdo esta frase: “el día del Vía Crucis ha pasado, dado que ¡Cristo ha resucitado! El Padre Eterno ha resucitado a su Hijo Jesús, porque Él es Dios de vivos y no de muertos. Él es la fuente de la vida, el sustento y el fin de toda vida. ¡Somos para siempre discípulos de Cristo resucitado! Para siempre… ¡Hijos de la resurrección! ¡Él es nuestra vida, fortaleza y esperanza!”.
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